En la oficina hablando de cualquier cosa:
...
Pollita: Y que se organizara un intercambio de parejas, ¿no?
Kiddo: ¡Cálmate swinger!
Pollita: ¿Te imaginas Puerquis?, ¿tú podrías hacer algo así?
Kiddo: No lo creo.
Pollita: Ha de ser bien feo ver como tu wey lo hace con otra y ¿que tal si lo disfruta más que contigo?
Kiddo: No, pues, yo si le ponía unos madrazos a la vieja. ¿Qué paso? Si estos huevitos nada más yo los revuelvo.
Pollita: Pero lo bueno podría ser cuando te toque a ti hacerlo con el otro.
Kiddo: Uta, si, imagínate, tu ahí, hasta aullando, ¿no?
Pollita: Si, para que vea lo que se siente, hasta le haría más a la payasada.
Kiddo: ¡A huevo!
Lo bueno de ser fiel, es que probablemente no te pase lo que a Sharon:
8.9.08
4.9.08
Del amor y la estupidez en 10 sencillas rolas.
Parte II
“Después de amarnos, nos odiamos”
Nos vamos juntos. Otra vez vuelvo a la prepa, otra vez con él ochentakilero panzón de mis desvelos, envueltos ambos en una historia de amor y odio interminable (esta palabra significa que a ninguno de los dos le importa detenerlo, no que no acabara jamás, ¿de acuerdo?). La pasión hizo lo suyo para iniciar el ir y venir de esta relación tan loca y absurda. Las poses que se suelen manejar en la etapa adolescente, época en la cual uno se interesa más que nunca en hacer imagen pública (como si fueras a volver a ver por lo menos a la mitad de los compañeros de aquel tiempo) echaron abajo durante mucho tiempo la posibilidad de ser sinceros y reconocer que nos estábamos clavando en serio. La verdad es que la historia termina como siempre el más duro de pelar cae al fin postrado ante el aferrado; pero, si lo sabre yo, un aferrado de corazón solo se interesa en la persona que le da sentido a su actitud de reto (ya saben, esa de:”yo veo como le hago, pero éste cae, porque cae”) en cuanto logran el objetivo desaparece la razón de la obsesión, y entonces deja un corazón roto, el primero de la lista.
“Pon carita de pena, que ya sabes que haré todo lo que tu quieras”
Rojitas las orejas. Alguien con quien besas, acaricias, lames, chupas y nalgueas como nunca lo habías hecho, y no porque no sepas hacerlo, sino porque hasta que te lo topas no sabías que alguien podía inspirarte tus mayores esfuerzos en las artes sexuales. Harás lo que sea por esa persona, es lo que algunos suelen llamar estar enculado, no hay lugar donde desees estar más, que en cualquiera donde puedas manosearlo a gusto, besarlo en lugares de su cuerpo que el jamás podrá ver, a menos, claro, que sea contorsionista. Cuando estas cosas pasan, a uno se le olvida, pierde toda noción de lo que la palabra decencia significa, el tiempo a su lado es oro y poco será el esfuerzo que se deba hacer con tal de tener sexo con él, donde sea, y he dicho “donde sea”.
“Y todo pudo haber sido perfecto, nuestro amor pudo ser eterno”
Hoy aquí mañana vete. No hay nada más estupido, a veces, que decirle a alguien una innecesaria verdad. Para terminar una relación lo único que hace falta es decir hasta aquí, no es necesario regodearte en el dolor ajeno diciendo que los últimos días has estado viendo a otras personas y que no sabes lo que realmente sientes, pero que si realmente sintieras algo, no habrías salido con otras. Y encima querer dejar abierta una puerta, por si lo demás no sale bien, ya me parece el colmo del cinismo. ¡Lo que hay que aguantar!
“Me enterraste con tus uñas, en la tierra inferior”
Energía. Cuando alguien vence tu voluntad, te dejas ir, y no ves consecuencias, te asomas solo ocasionalmente a ver los estragos que el nuevo capitán de abordo va ocasionándole a tus naves. Ya no puedes caer más bajo, ya no hay a donde huir, ya no hay energía para buscar salidas, estas en el hoyo y persistes en cavar más hondo. En algún momento tu orgullo se impone, talvez el rencor, el deseo de decirle a alguien ¿Te acuerdas todo lo que me hiciste?, pues me viene guango. Y aquí estoy, me escape, ya no seré tuya nunca más.
“Que me sigo mordiendo noche y día las uñas del rencor”
Todavía una canción de amor. Hay alguien allá afuera, lejos de mis dominios, alguien que estuvo, esa persona que siempre esta, la que va y viene, la que llega y es siempre recibida, la que se va y deja cada vez la certeza de su vuelta. A esa persona que no le digo nunca nada, a la que beso sin esperanzas a futuro, la que un día por su gusto se fue y me dejo por otra, pero vuelve con el tiempo y no me deja del todo, esa a la que aun no se a ciencia cierta lo que me inspira, pero no es para nada indiferencia, seguramente por eso es que le seguiré debiendo una canción de amor, aunque siga mordiéndome noche y día las uñas del rencor, porque cuando pudo hacerlo, no me eligió a mi.
Podría seguir contando acerca de lo mal que me ha ido en el amor, pero, este post ya estuvo demasiado largo y la verdad, también hubo momentos que ameritaron aguantar todas esas cosas que ahora se supone no volveré a hacer por nadie más (casi me lo creo), y ya habrá otra ocasión para hablar de los momentos memorables.
“Después de amarnos, nos odiamos”
Nos vamos juntos. Otra vez vuelvo a la prepa, otra vez con él ochentakilero panzón de mis desvelos, envueltos ambos en una historia de amor y odio interminable (esta palabra significa que a ninguno de los dos le importa detenerlo, no que no acabara jamás, ¿de acuerdo?). La pasión hizo lo suyo para iniciar el ir y venir de esta relación tan loca y absurda. Las poses que se suelen manejar en la etapa adolescente, época en la cual uno se interesa más que nunca en hacer imagen pública (como si fueras a volver a ver por lo menos a la mitad de los compañeros de aquel tiempo) echaron abajo durante mucho tiempo la posibilidad de ser sinceros y reconocer que nos estábamos clavando en serio. La verdad es que la historia termina como siempre el más duro de pelar cae al fin postrado ante el aferrado; pero, si lo sabre yo, un aferrado de corazón solo se interesa en la persona que le da sentido a su actitud de reto (ya saben, esa de:”yo veo como le hago, pero éste cae, porque cae”) en cuanto logran el objetivo desaparece la razón de la obsesión, y entonces deja un corazón roto, el primero de la lista.
“Pon carita de pena, que ya sabes que haré todo lo que tu quieras”
Rojitas las orejas. Alguien con quien besas, acaricias, lames, chupas y nalgueas como nunca lo habías hecho, y no porque no sepas hacerlo, sino porque hasta que te lo topas no sabías que alguien podía inspirarte tus mayores esfuerzos en las artes sexuales. Harás lo que sea por esa persona, es lo que algunos suelen llamar estar enculado, no hay lugar donde desees estar más, que en cualquiera donde puedas manosearlo a gusto, besarlo en lugares de su cuerpo que el jamás podrá ver, a menos, claro, que sea contorsionista. Cuando estas cosas pasan, a uno se le olvida, pierde toda noción de lo que la palabra decencia significa, el tiempo a su lado es oro y poco será el esfuerzo que se deba hacer con tal de tener sexo con él, donde sea, y he dicho “donde sea”.
“Y todo pudo haber sido perfecto, nuestro amor pudo ser eterno”
Hoy aquí mañana vete. No hay nada más estupido, a veces, que decirle a alguien una innecesaria verdad. Para terminar una relación lo único que hace falta es decir hasta aquí, no es necesario regodearte en el dolor ajeno diciendo que los últimos días has estado viendo a otras personas y que no sabes lo que realmente sientes, pero que si realmente sintieras algo, no habrías salido con otras. Y encima querer dejar abierta una puerta, por si lo demás no sale bien, ya me parece el colmo del cinismo. ¡Lo que hay que aguantar!
“Me enterraste con tus uñas, en la tierra inferior”
Energía. Cuando alguien vence tu voluntad, te dejas ir, y no ves consecuencias, te asomas solo ocasionalmente a ver los estragos que el nuevo capitán de abordo va ocasionándole a tus naves. Ya no puedes caer más bajo, ya no hay a donde huir, ya no hay energía para buscar salidas, estas en el hoyo y persistes en cavar más hondo. En algún momento tu orgullo se impone, talvez el rencor, el deseo de decirle a alguien ¿Te acuerdas todo lo que me hiciste?, pues me viene guango. Y aquí estoy, me escape, ya no seré tuya nunca más.
“Que me sigo mordiendo noche y día las uñas del rencor”
Todavía una canción de amor. Hay alguien allá afuera, lejos de mis dominios, alguien que estuvo, esa persona que siempre esta, la que va y viene, la que llega y es siempre recibida, la que se va y deja cada vez la certeza de su vuelta. A esa persona que no le digo nunca nada, a la que beso sin esperanzas a futuro, la que un día por su gusto se fue y me dejo por otra, pero vuelve con el tiempo y no me deja del todo, esa a la que aun no se a ciencia cierta lo que me inspira, pero no es para nada indiferencia, seguramente por eso es que le seguiré debiendo una canción de amor, aunque siga mordiéndome noche y día las uñas del rencor, porque cuando pudo hacerlo, no me eligió a mi.
Podría seguir contando acerca de lo mal que me ha ido en el amor, pero, este post ya estuvo demasiado largo y la verdad, también hubo momentos que ameritaron aguantar todas esas cosas que ahora se supone no volveré a hacer por nadie más (casi me lo creo), y ya habrá otra ocasión para hablar de los momentos memorables.
29.8.08
Del amor y la estupidez en 10 sencillas rolas.
Parte I
“Hoy no habría corazones rotos, si tu quisieras”
Si tú quisieras. Canción del español grupo La Unión que acompaño mis preparatorianos desvelos. Me traía muerta un chico pesado (80 kilitos nomás) que no parecía notar que yo literalmente babeaba por él, bueno, en realidad no creo que no lo notara, pero ya saben, los hombres siempre se van a perseguir a las chicas buenas y bien portadas incapaces decir una sola mala palabra, ni tan siquiera una maldición (aunque yo siempre las he llamado hipócritas, pero bueno), recuerdo haber pasado tardes grises y lluviosas con el walkman (si, un walkman de verdad, de los que sacabas tu casette y lo recorrías con tu plumita bic) a todo volumen escuchando esa canción .Yo sólo quería una oportunidad, y como soy bien aferrada, pues al final si la conseguí.
“Hoy te he borrado de mi paciencia, hoy fui capaz”
La despedida. Esta vez Manu Chao ambienta el desolado panorama de perder a alguien que es mucho más que un amigo: Perder a la persona que nos apasiona, que hace girar más a prisa el mundo, o que al menos ocasiona un caos estomacal cada vez que se aproxima a mí. Sigo pensando que duele más perder a un amigo con derechos que perder a alguien que oficialmente es nuestra pareja, pero que a la hora de los besos y la pasión extrema no llena nuestras expectativas. No hay nada más rico que besuquearte con alguien a quien no tienes la obligación de llamarle por su cumpleaños o tener que acordarte que tuvo exámenes para no olvidar que debes preguntarle como le fue, esa persona a la cual no tienes que andarle rogando para volver a verla, solamente porque un día te fue imposible asistir a una cita con él. Es mucho más adictiva esta clase de relación, por eso cuando acaba uno tiene que terapearse con frases del tipo “ya estoy curado, anestesiado, ya me he olvidado de ti” o mi favorita “ya no te espero, ya no te llamo, ya no me engaño”. Si, como no.
“Que ya no puedo continuar espiando, día y noche tu llegada adivinando”
Algo contigo. Andrés Calamaro, a veces endulza su rasposita voz y le salen cosas como ésta, y aparece justo en el momento exacto en el que vivo esta historia de amor-amistad-pacto de no tocar-acuerdo de no hay más que amistad-aunque ambos nos sabemos atraídos por el otro. Hacer el tonto es fácil, pero sobre todo después de topar con pared en el enredo de dejarte llevar un día. ¿Para qué le preguntas a alguien si desea que esto continúe?, si al final, a pesar de ser tú el primero que afirmo que así lo deseaba, te quedas con quien ya estabas, dejando pasar a esta persona con la que sabes que las cosas se habrían puesto buenas. Pues bien, no me lo pregunten a mí, que yo fui quien tuvo que esperar años para escuchar frases parecidas a las de esta canción: “hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo”. Si, seguro, y yo me seguiré preguntando ¿Habría confesado igual sus sentimientos si no hubiese estado de por medio el hecho de que yo tenía en esos momentos la perspectiva de una pareja formal? Naa, esas cosas nunca pasan, no a mí por lo menos.
“Me arde y me quema, saber que no vas a volver”
Me arde. Calamaro me mata por varias razones, pero la principal es que por alguna casualidad del destino siempre que traigo pedos sentimentales, se aparece por ahí en mi reproductor de mp3 con la canción exacta para rasparle a la llaga. Cuando uno termina una relación puede haber millones de canciones que vengan a colación y te hagan chillar como marrano en matadero, pero Oh!, my cat!, cuando alguien esta cien por ciento seguro que esa persona no va a volver, aun si bajaras luna, estrellas y luceros, ¿Qué más queda por hacer que arderse hasta el último límite permitido? Rascarle a la herida hasta que quede en su último y monumental tamaño, para que todo el mundo se de cuenta que nos duele, que nos mata, que nos arde, que disimular no es tan fácil
“Todos veían que se hundía menos yo”
Rumbo errado. Saber que alguien no esta a tu lado por los motivos correctos, o al menos por los que tu quisieras: Darle más de lo que sabes que merece, y todo con tal de según nuestro ingenuo esfuerzo, conseguir que se de cuenta de lo mucho que merecemos su amor. El absurdo más total es cuando abres los ojos y te das cuenta que el que no merecía nada, no eras tu precisamente, desde luego, esto lo aceptas hasta que ya te rompieron todita la madre y te dejaron en banca rota, y pues bueno, ya no quiero seguir contando esto (snif).
Aquí no acaba todo, ya lo deben haber notado, puesto que el título anuncia diez rolas y solamente llevo cinco. Espere la parte dos en el próximo post.
“Hoy no habría corazones rotos, si tu quisieras”
Si tú quisieras. Canción del español grupo La Unión que acompaño mis preparatorianos desvelos. Me traía muerta un chico pesado (80 kilitos nomás) que no parecía notar que yo literalmente babeaba por él, bueno, en realidad no creo que no lo notara, pero ya saben, los hombres siempre se van a perseguir a las chicas buenas y bien portadas incapaces decir una sola mala palabra, ni tan siquiera una maldición (aunque yo siempre las he llamado hipócritas, pero bueno), recuerdo haber pasado tardes grises y lluviosas con el walkman (si, un walkman de verdad, de los que sacabas tu casette y lo recorrías con tu plumita bic) a todo volumen escuchando esa canción .Yo sólo quería una oportunidad, y como soy bien aferrada, pues al final si la conseguí.
“Hoy te he borrado de mi paciencia, hoy fui capaz”
La despedida. Esta vez Manu Chao ambienta el desolado panorama de perder a alguien que es mucho más que un amigo: Perder a la persona que nos apasiona, que hace girar más a prisa el mundo, o que al menos ocasiona un caos estomacal cada vez que se aproxima a mí. Sigo pensando que duele más perder a un amigo con derechos que perder a alguien que oficialmente es nuestra pareja, pero que a la hora de los besos y la pasión extrema no llena nuestras expectativas. No hay nada más rico que besuquearte con alguien a quien no tienes la obligación de llamarle por su cumpleaños o tener que acordarte que tuvo exámenes para no olvidar que debes preguntarle como le fue, esa persona a la cual no tienes que andarle rogando para volver a verla, solamente porque un día te fue imposible asistir a una cita con él. Es mucho más adictiva esta clase de relación, por eso cuando acaba uno tiene que terapearse con frases del tipo “ya estoy curado, anestesiado, ya me he olvidado de ti” o mi favorita “ya no te espero, ya no te llamo, ya no me engaño”. Si, como no.
“Que ya no puedo continuar espiando, día y noche tu llegada adivinando”
Algo contigo. Andrés Calamaro, a veces endulza su rasposita voz y le salen cosas como ésta, y aparece justo en el momento exacto en el que vivo esta historia de amor-amistad-pacto de no tocar-acuerdo de no hay más que amistad-aunque ambos nos sabemos atraídos por el otro. Hacer el tonto es fácil, pero sobre todo después de topar con pared en el enredo de dejarte llevar un día. ¿Para qué le preguntas a alguien si desea que esto continúe?, si al final, a pesar de ser tú el primero que afirmo que así lo deseaba, te quedas con quien ya estabas, dejando pasar a esta persona con la que sabes que las cosas se habrían puesto buenas. Pues bien, no me lo pregunten a mí, que yo fui quien tuvo que esperar años para escuchar frases parecidas a las de esta canción: “hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo”. Si, seguro, y yo me seguiré preguntando ¿Habría confesado igual sus sentimientos si no hubiese estado de por medio el hecho de que yo tenía en esos momentos la perspectiva de una pareja formal? Naa, esas cosas nunca pasan, no a mí por lo menos.
“Me arde y me quema, saber que no vas a volver”
Me arde. Calamaro me mata por varias razones, pero la principal es que por alguna casualidad del destino siempre que traigo pedos sentimentales, se aparece por ahí en mi reproductor de mp3 con la canción exacta para rasparle a la llaga. Cuando uno termina una relación puede haber millones de canciones que vengan a colación y te hagan chillar como marrano en matadero, pero Oh!, my cat!, cuando alguien esta cien por ciento seguro que esa persona no va a volver, aun si bajaras luna, estrellas y luceros, ¿Qué más queda por hacer que arderse hasta el último límite permitido? Rascarle a la herida hasta que quede en su último y monumental tamaño, para que todo el mundo se de cuenta que nos duele, que nos mata, que nos arde, que disimular no es tan fácil
“Todos veían que se hundía menos yo”
Rumbo errado. Saber que alguien no esta a tu lado por los motivos correctos, o al menos por los que tu quisieras: Darle más de lo que sabes que merece, y todo con tal de según nuestro ingenuo esfuerzo, conseguir que se de cuenta de lo mucho que merecemos su amor. El absurdo más total es cuando abres los ojos y te das cuenta que el que no merecía nada, no eras tu precisamente, desde luego, esto lo aceptas hasta que ya te rompieron todita la madre y te dejaron en banca rota, y pues bueno, ya no quiero seguir contando esto (snif).
Aquí no acaba todo, ya lo deben haber notado, puesto que el título anuncia diez rolas y solamente llevo cinco. Espere la parte dos en el próximo post.
19.8.08
Déme cuatro para llevar y seis para ir comiendo.
La comida chatarra es deliciosa, no imagino un placer comparado a degustar una deliciosa gordita de chicharrón, con su respectiva salsa. Y que tal la sensación en la boca de deslizar un bocado de una quesadilla de pollo con queso. Las garnachas son una debilidad que la mayor parte de los mexicanos no podemos dejar de consumir ¿O acaso alguien puede decir que no ha saboreado una torta cubana? ¿Quién que se precie de tener boca y dientes es capaz en su sano juicio de declinar la oferta de empacarse una orden de tacos dorados de pollo (acompañados con guacamole no tienen comparación)?
Cuando uno es adolescente y en promedio hasta la edad de veintinueve años uno puede tragarse sin pena la cantidad que se le antoje de tacos al pastor, hamburguesas con doble queso, pizzas, tamales, huaraches, tostadas y platos de pozole. El organismo a esa edad es eficiente y realiza tal cantidad de actividades que no hay que ponerse a dieta, ni preocuparse por ir al gimnasio; ninguna de esas hamburguesas le dará forma a tus caderas, ni habrá taco por grasoso que éste sea que se transforme en materia lonjeril.
Desgraciadamente el sueño se termina después de los treinta, el sedentarismo del trabajo de oficina, la falta de tiempo para realizar actividades físicas y la necesidad de comer en la calle hacen bastante difícil el proceso de quemar esas calorías que a los veinticuatro nos pelaban los dientes.
El viernes cumplí treinta y cuatro años, y aproximadamente veintiséis de tragar garnachas (lo siento pero, la palabra garnacha solo debe ser pronunciada junto al verbo tragar) y no me arrepiento de ninguna de las quesadillas, gorditas, pambazos, tacos, tlacoyos, tostadas, tamales, tortas, enchiladas y un largo etcétera que mi organismo a procesado através de estos largos y felizmente garnacheros años.
La ingesta de garnachas y el consumo de tabaco a lo largo de los años que llevo en el planeta han producido en mi físico transformaciones con las que tengo que vérmelas a diario, cosa nada fácil cuando uno acostumbra obedecer al capricho de sus deseos.
Como los juegos de azar, en esto de la comida chatarra hay que saber cuando detenerse, porque en caso de seguir por la ruta del colesterol las estadísticas presagian malos tiempos.
Habrá que retomar las frutas y verduras a las que renuncie por comodidad y por placer, razones más que suficientes para hacer lo que uno hace durante la totalidad de su segunda década de vida. Tendré que tomar agua en lugar de juguitos procesados, dejar de una vez por todas el cigarro, y ejercitar este trajecito que todavía aguanta mínimo otras tres décadas en óptimas condiciones, bueno, eso espero.
Garnachas:
No les digo adiós, sino hasta luego, nos vemos los fines de semana para continuar nuestro idilio, que lo sepan todos, nunca podría dejarlas para siempre.
Cuando uno es adolescente y en promedio hasta la edad de veintinueve años uno puede tragarse sin pena la cantidad que se le antoje de tacos al pastor, hamburguesas con doble queso, pizzas, tamales, huaraches, tostadas y platos de pozole. El organismo a esa edad es eficiente y realiza tal cantidad de actividades que no hay que ponerse a dieta, ni preocuparse por ir al gimnasio; ninguna de esas hamburguesas le dará forma a tus caderas, ni habrá taco por grasoso que éste sea que se transforme en materia lonjeril.
Desgraciadamente el sueño se termina después de los treinta, el sedentarismo del trabajo de oficina, la falta de tiempo para realizar actividades físicas y la necesidad de comer en la calle hacen bastante difícil el proceso de quemar esas calorías que a los veinticuatro nos pelaban los dientes.
El viernes cumplí treinta y cuatro años, y aproximadamente veintiséis de tragar garnachas (lo siento pero, la palabra garnacha solo debe ser pronunciada junto al verbo tragar) y no me arrepiento de ninguna de las quesadillas, gorditas, pambazos, tacos, tlacoyos, tostadas, tamales, tortas, enchiladas y un largo etcétera que mi organismo a procesado através de estos largos y felizmente garnacheros años.
La ingesta de garnachas y el consumo de tabaco a lo largo de los años que llevo en el planeta han producido en mi físico transformaciones con las que tengo que vérmelas a diario, cosa nada fácil cuando uno acostumbra obedecer al capricho de sus deseos.
Como los juegos de azar, en esto de la comida chatarra hay que saber cuando detenerse, porque en caso de seguir por la ruta del colesterol las estadísticas presagian malos tiempos.
Habrá que retomar las frutas y verduras a las que renuncie por comodidad y por placer, razones más que suficientes para hacer lo que uno hace durante la totalidad de su segunda década de vida. Tendré que tomar agua en lugar de juguitos procesados, dejar de una vez por todas el cigarro, y ejercitar este trajecito que todavía aguanta mínimo otras tres décadas en óptimas condiciones, bueno, eso espero.
Garnachas:
No les digo adiós, sino hasta luego, nos vemos los fines de semana para continuar nuestro idilio, que lo sepan todos, nunca podría dejarlas para siempre.
8.8.08
Así es como todo comienza.
Sus ojos cerrados, sus manos frías,
Una sucia calle, la lluvia en su pelo.
Levanté la mirada, luna llena,
Sangre derramada, mi boca.
Un flash, un golpe.
Un flas, su muerte.
Mis ojos extasiados, lluvia.
Mis manos empapadas, sangre.
La lluvia disuelve el río,
Se mezclan y corren juntas.
Un flash, sus manos.
Un flash, mi enojo.
Ira desbordada, miedo.
Un golpe, un labio roto,
Llanto, pavor, coraje.
Mi cara empapada se contrae
Mi cuerpo herido, una fisura.
Ira, pavor, coraje.
Un flash, la roca.
Un flash, su sangre.
Unas piernas que tiemblan desde entonces.
Una visión, una fisura, ira desbordada.
Una calle sucia, su muerte, mis manos.
Un flash, venganza.
Un flash, la nausea.
La lluvia en su pelo, cayendo en mi cara.
Sus ojos, un golpe, mi boca sangrando.
Una fisura, mi cuerpo, el suyo.
Miedo, dolor, rabia
Mi fisura, su cuerpo, mi herida
Mi cuerpo herido en su fisura
Un flash, la nada
Un flash, mi cuerpo
Tomo una roca, rabia
Su cuerpo, una fisura, sangre
Su herida, su muerte
Su vida, mi muerte, su sangre
Su herida, su muerte
Mis ojos extasiados, rojo
La lluvia, mi cuerpo,
Fisuras, mis manos,
Su sangre, la roca
Mi cuerpo, sus manos...
Desmayo
Un flas, su vida
Un flash, mi muerte.
Una sucia calle, la lluvia en su pelo.
Levanté la mirada, luna llena,
Sangre derramada, mi boca.
Un flash, un golpe.
Un flas, su muerte.
Mis ojos extasiados, lluvia.
Mis manos empapadas, sangre.
La lluvia disuelve el río,
Se mezclan y corren juntas.
Un flash, sus manos.
Un flash, mi enojo.
Ira desbordada, miedo.
Un golpe, un labio roto,
Llanto, pavor, coraje.
Mi cara empapada se contrae
Mi cuerpo herido, una fisura.
Ira, pavor, coraje.
Un flash, la roca.
Un flash, su sangre.
Unas piernas que tiemblan desde entonces.
Una visión, una fisura, ira desbordada.
Una calle sucia, su muerte, mis manos.
Un flash, venganza.
Un flash, la nausea.
La lluvia en su pelo, cayendo en mi cara.
Sus ojos, un golpe, mi boca sangrando.
Una fisura, mi cuerpo, el suyo.
Miedo, dolor, rabia
Mi fisura, su cuerpo, mi herida
Mi cuerpo herido en su fisura
Un flash, la nada
Un flash, mi cuerpo
Tomo una roca, rabia
Su cuerpo, una fisura, sangre
Su herida, su muerte
Su vida, mi muerte, su sangre
Su herida, su muerte
Mis ojos extasiados, rojo
La lluvia, mi cuerpo,
Fisuras, mis manos,
Su sangre, la roca
Mi cuerpo, sus manos...
Desmayo
Un flas, su vida
Un flash, mi muerte.
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