19.8.08

Déme cuatro para llevar y seis para ir comiendo.

La comida chatarra es deliciosa, no imagino un placer comparado a degustar una deliciosa gordita de chicharrón, con su respectiva salsa. Y que tal la sensación en la boca de deslizar un bocado de una quesadilla de pollo con queso. Las garnachas son una debilidad que la mayor parte de los mexicanos no podemos dejar de consumir ¿O acaso alguien puede decir que no ha saboreado una torta cubana? ¿Quién que se precie de tener boca y dientes es capaz en su sano juicio de declinar la oferta de empacarse una orden de tacos dorados de pollo (acompañados con guacamole no tienen comparación)?

Cuando uno es adolescente y en promedio hasta la edad de veintinueve años uno puede tragarse sin pena la cantidad que se le antoje de tacos al pastor, hamburguesas con doble queso, pizzas, tamales, huaraches, tostadas y platos de pozole. El organismo a esa edad es eficiente y realiza tal cantidad de actividades que no hay que ponerse a dieta, ni preocuparse por ir al gimnasio; ninguna de esas hamburguesas le dará forma a tus caderas, ni habrá taco por grasoso que éste sea que se transforme en materia lonjeril.

Desgraciadamente el sueño se termina después de los treinta, el sedentarismo del trabajo de oficina, la falta de tiempo para realizar actividades físicas y la necesidad de comer en la calle hacen bastante difícil el proceso de quemar esas calorías que a los veinticuatro nos pelaban los dientes.

El viernes cumplí treinta y cuatro años, y aproximadamente veintiséis de tragar garnachas (lo siento pero, la palabra garnacha solo debe ser pronunciada junto al verbo tragar) y no me arrepiento de ninguna de las quesadillas, gorditas, pambazos, tacos, tlacoyos, tostadas, tamales, tortas, enchiladas y un largo etcétera que mi organismo a procesado através de estos largos y felizmente garnacheros años.

La ingesta de garnachas y el consumo de tabaco a lo largo de los años que llevo en el planeta han producido en mi físico transformaciones con las que tengo que vérmelas a diario, cosa nada fácil cuando uno acostumbra obedecer al capricho de sus deseos.

Como los juegos de azar, en esto de la comida chatarra hay que saber cuando detenerse, porque en caso de seguir por la ruta del colesterol las estadísticas presagian malos tiempos.

Habrá que retomar las frutas y verduras a las que renuncie por comodidad y por placer, razones más que suficientes para hacer lo que uno hace durante la totalidad de su segunda década de vida. Tendré que tomar agua en lugar de juguitos procesados, dejar de una vez por todas el cigarro, y ejercitar este trajecito que todavía aguanta mínimo otras tres décadas en óptimas condiciones, bueno, eso espero.

Garnachas:
No les digo adiós, sino hasta luego, nos vemos los fines de semana para continuar nuestro idilio, que lo sepan todos, nunca podría dejarlas para siempre.

8.8.08

Así es como todo comienza.

Sus ojos cerrados, sus manos frías,
Una sucia calle, la lluvia en su pelo.
Levanté la mirada, luna llena,
Sangre derramada, mi boca.

Un flash, un golpe.
Un flas, su muerte.

Mis ojos extasiados, lluvia.
Mis manos empapadas, sangre.
La lluvia disuelve el río,
Se mezclan y corren juntas.

Un flash, sus manos.
Un flash, mi enojo.

Ira desbordada, miedo.
Un golpe, un labio roto,
Llanto, pavor, coraje.
Mi cara empapada se contrae
Mi cuerpo herido, una fisura.
Ira, pavor, coraje.

Un flash, la roca.
Un flash, su sangre.

Unas piernas que tiemblan desde entonces.
Una visión, una fisura, ira desbordada.
Una calle sucia, su muerte, mis manos.

Un flash, venganza.
Un flash, la nausea.

La lluvia en su pelo, cayendo en mi cara.
Sus ojos, un golpe, mi boca sangrando.
Una fisura, mi cuerpo, el suyo.

Miedo, dolor, rabia
Mi fisura, su cuerpo, mi herida
Mi cuerpo herido en su fisura

Un flash, la nada
Un flash, mi cuerpo


Tomo una roca, rabia
Su cuerpo, una fisura, sangre
Su herida, su muerte

Su vida, mi muerte, su sangre
Su herida, su muerte
Mis ojos extasiados, rojo
La lluvia, mi cuerpo,
Fisuras, mis manos,
Su sangre, la roca
Mi cuerpo, sus manos...
Desmayo

Un flas, su vida
Un flash, mi muerte.


1.8.08

Bailo semidesnuda en una banda de surf





Ya estoy en una banda de surf. No tengo talentos musicales, así que soy la dancer de la banda. Y esta es la portada del disco que acabamos de hacer.

Si también deseas tener tu propio disco, solo debes hacer lo siguiente:


1. Para obtener el nombre de tu banda: Da click aquí , el título del artículo que te salga será el nombre de tu banda.
2. El título para el disco lo obtienes acá: Da click aquí y las últimas 4 palabras de la última cita, serán el nombre de tu disco.
3. Para el diseño de la portada: Da click aquí y elige una de las imágenes que salen, esa será tu portada.
4. Diseña tu portada y lánzate al estrellato.

Suerte al bajar las fotos.

Nada es para siempre.

Cierro los ojos.
Vuelo.
Se acercan buenos tiempos.
Caigo de mi nube,
Y por primera vez es bueno.

Tomo aire.
Respiro profundo.
Enciendo un cigarrillo.
Despierto,
Me espabilo.

Canto una vez más esta canción,
Pero ha dejado de tener sentido,
Al menos el sentido que tenía.

Me guiño un ojo ante el espejo.
Sonrío.

A partir de mí,
Todo es nuevo.

Me sacudo el polvo y giro.
Nunca más contigo.
Aliviada suspiro.



Y esto es ya solo nostalgia, amor, nunca más:

25.7.08

Corrígeme si me equivoco.

Hay historias sin fin en esto de las decepciones amorosas, historias circulares, de ida y vuelta, con membresías VIP en el club de los corazones rotos.
Sabes que va a salir todo mal y aun sabiéndolo, te vale madres y regresas a golpearte la espinilla en el mismo pinche mueble. Debería haber una regla universal que prohíba volvernos a enamorar de la misma persona, aunque, uno no puede asegurar si realmente te has vuelto a enamorar o es que jamás dejaste de estarlo.

En estos casos no cuenta la experiencia, no importa lo duro que haya sido el golpe, al parecer creemos que el placer que obtienes a cambio hace que valga la pena el viacrucis que ya se ve venir. Como que los que nos metemos en este tipo de camisas de once varas, tenemos alma de boxeador y por lo tanto, nos encanta que nos rompan el hocico. Ahí vamos siempre con la ilusa esperanza de que ahora si, van a salir bien las cosas. Según nosotros, la vida ya nos ha hecho demasiadas chingaderas, como para que no nos deba esta, y tenga por fuerza que ponerse a mano. Incluso hasta nos sentimos valientes y osados por volver a intentarlo.

Y yo quisiera saber ¿qué demonios tenemos en la cabeza, que nos hace pensar semejantes pendejadas?

Al final pasa lo mismo de siempre, uno se estrella inevitablemente, lo ve venir con toda claridad, lo sabe a ciencia cierta, y sin embargo, no acierta siquiera a meter las manos.

Así es, hay personas con la capacidad (supongo que nosotros mismos se las otorgamos, al parecer sin fecha de expiración) de hacernos caer una y otra vez con sus encantos (no pocas veces escasos), simplemente basta volver a verlos después de mucho tiempo, una vez que a uno se le han disipado los resquemores de lo que fue. O probablemente se debe a que uno ya trae integrado ese espíritu anti rencores que a veces más nos estorba que ayudarnos. Quién sabe porque, damos por hecho que, si después de lo que nos hicieron, aún tienen la osadía de hablarnos como si nada hubiera pasado, significa que han cambiado y que desean reparar sus errores del pasado.




Después de levantarme del suelo donde estuve carcajeándome por casi cinco minutos de semejante ocurrencia en la última oración, prosigo:

No sé donde leí que el ser humado es el único animal que comete el error de tropezar dos veces con el mismo obstáculo (¿no que muy chingones?, esto los animales lo aprenden por pura experiencia, se supone que con nuestro intelecto esto debería ser pan comido), yo creo que hay que agregar en desagravio nuestro, que el hombre ha de ser el único animal capaz de sentir amor (a menos que el otro animal en cuestion sea un protagonista de películas de Disney), porque de otro modo, en teoría, la experiencia debería ser suficiente, al menos eso es lo que la lógica indica, pero, ¿qué lógica puede haber en la mente de un individuo que al primer “mi alma” vuelve a dar las nalgas? Obvio, ninguna.

Conclusión: como dice Lenny Kravitz, esto no se acaba, hasta que se acaba (‘cause baby, it ain´t over till it´s over), ha de pasar las veces necesarias para que uno sepa con quién se esta metiendo, se ha de repetir hasta que alguno de los dos entienda que ya no hay como, ni para que, y aunque hubiera como, no hay por donde, y el para que perdiera sentido sin el como, y… eso me recordó al súper agente 86, al que a propósito del tema, siempre le salían las cosas bien por pura chiripa. Así que de hecho, la conclusión es esta: a menos que seas el súper agente 86, ni creas que regresar con un antiguo y tormentoso amor es una buena idea. La próxima vez que te topes con uno, procura salir corriendo en dirección opuesta sin detenerte hasta llegar a donde tu terapeuta (persona que te cobra por hacer lo que hace un amigo gratis) o si lo tienes, tu mejor amigo (persona que te terapea gratis con el plus de decirte que no seas pendejo antes de cada frase y que rara vez te cobra tus consultas nocturnas) se encuentren en ese momento. Huye, que en el peor de los casos más valdrá que digan: “aquí corrió”, que: “ya chafeo”.
Y para amenizar el momento y no salir del ambiente Calamaresco que rige mis actuales días, ahí les va esta rola (personas adictas al dolor: corran por los chicharos o galletas de animalito)



Y para despejar las últimas dudas que les queden, vean lo mal que se verán en el proceso, aunque las cosas al final les salgan bien: