28.7.10

Matarías el bien con tu mal.

No beses esos labios que serán tu perdición,
Por ese espasmo en el vientre no te dejes llevar.
No la dejes transformar tu realidad.

No pongas atención a su falda volátil,
Ni corras detrás de esas piernas desnudas.
No prestes oídos a su ingenio reptil,
Ni permitas que su aroma te confunda.

Aléjate como de un alto precipicio,
De un par de pechos hinchados
A la débil tesitura de un suspiro.
Despega de tu piel sus arrebatos.

No te acerques ingenuo a esa visión.
Y déjale que cante dulce y suave
Pero no subas jamás a esa canción.

No abras a esa mujer tu corazón
Esperando obtener su comprensión.
Porque todo lo que sabe lo aprendió,
Sometida por amarga decepción.

Y no hay alma capaz de detener
La sed de venganza que la hace mover
Muslos y pestañas a un mismo vaivén,
Porque del amor nada quiere saber.

A menos que seas esa clase de ser
Que solo se limita a conocer
De la vida las delicias del placer.
Aparta de tu lado a esa mujer.

Pues entiende que te hará vivir
Las horas más dulces que has de conocer.
Veras el universo en sus ojos brillar
Cada vez que dócil te reciba en su altar.
Y de la pasión todo comprenderás,
Cuando muerda tus labios rapaz,
Mientras por el suelo cae tu dignidad.

No sabrás que significa la palabra voluntad.
No tendrá significado la verdad.
Ni veras en sus pupilas tu miseria reflejada,
Mientras ella no se canse de ostentar su vanidad.

Porque sé que ella te quiere ver caer,
Para dejar de sentirse tan mal,
Por haberse dejado perder,
Por aquel que no la supo amar.

No conoce la piedad,
Ni le importan los demás.
Le ha extirpado el corazón la soledad.

Habla sola y se dibuja un plan,
Traza golpes que al acecho están.
No respira igual que los demás,
Pues el aire que suele exhalar,
Es veneno en que han de sucumbir,
Los incautos que a la postre irán
Embriagados de su aliento febril,
Uno a uno cayendo a su fin.

Pues donde tú estas, estuve antes yo,
Y aunque hay noches que más me valiera olvidar,
La dulzura del recuerdo es tal,
Que si me lo pide vuelvo a regresar.

La peor parte no es el humillarte,
No es volverte de su amor mendigo,
Por ajenas miradas a su cuerpo alterarte,
Ni es hacerte con mil enemigos.

El dolor que nunca te ha de abandonar
Es un dardo punzante que te quemará,
Cuando ya durmiendo le oigas pronunciar,
El nombre de aquel que nunca ha de olvidar.



21.7.10

At first I was afraid, I was petrified.

Agolpada contra la piel tengo la sangre.
Sabes lo que provocas al mover así tu cuerpo.
Los ojos entrecerrados acechantes.

Tu boca se abre…
Un zapato juguetea entre tus dedos,
Y cuando una pierna cruzas casi muero.

Tus perversos labios oprimen y aspiran;
Cigarro y humo, aclaro.
Pero yo que más quisiera…
De un mordisco me prendieras
Aunque fuera esta lujuria.

Mis manos apenas puedo contener en los bolsillos.
Tus brazos, derecha izquierda, ondeas sobre tu cabeza.
Pero, ¿sabes?; tus caderas se llevan todas las palmas.

Mis ojos no predicen el siguiente movimiento
¿Derecha, izquierda? ¿Arriba, abajo?
Un vértigo aparece y un espasmo.
Por no perder detalle no desmayo.
Ahora tus labios mojas con descaro,
Y abres tus ojos grandes a mis ojos.
Mientras te acercas, trato de tocarte,
Pero te alejas y me quedo loco.

Loco por recorrer esas caderas
Que acabas de dejar al descubierto.
Y quiero ya que caiga todo el resto
De la ropa que aun cubre tu cuerpo.

Tu manera de mover todo ese cuerpo,
Que acelera mi pulso desbocado,
Me arranca unos suspiros tan tremendos,
Que acaban con tu música de fondo.

Y ya quisiera yo que Gloria Gaynor
Se jactara de sobrevivir a este infierno.
Cuando la escucho cantando orgullosa:
“Did you think I'd lie down and die?”“
Ya quisiera yo pensar en otra cosa.

Pero sigues moviéndote a su ritmo,
Y pareces hacerlo a marcha lenta.
Y yo te quiero ya sobre mi cuerpo
Y yo no puedo ya perder más tiempo.

Te acercas otra vez y es permanente,
Y me dejas tocarte suavemente,
Y te descubres ya completamente,
Mientras Gloria celebra así mi suerte:

"I've got all my life to live.
I've got all my love to give.
I will survive, I will survive, eh hey."

 

 



7.7.10

Nadie me amara cuando me muera.

CARTA AL CIELO

Puedo fingir que no dolió,
Y también puedo inventar que no existió.
Puedo darme el lujo de ser yo
Quien te desprecie.

Puedo interrumpirme,
Y dejar de gemir,
Y dejar de llorar.

Podría proponerme cambiar,
Y hasta puedo dejar de fumar.
O me puedo castigar,
Reprocharme hasta el final.

Destruir y romper.
Aplastar, pisotear,
Reventar.
Mover la tierra con los pies.
O golpear a la pared.

Pero entre la larga lista
De cosas que puedo hacer,
Yo lo que quiero saber
Es como voy a lograr
Que me quieras perdonar.

Que te dignes a escuchar.
Verte reconsiderar.
Abrazarme una vez más.
Disculpar mi proceder.
Devolverme ese lugar.
Que en tu vida me gane.

Ya no te molestaré.
Ni pretextos buscaré.
Necesito regresar.
Retomar nuestra amistad.
No sentirme superior.
Ni causarte más dolor.

¿Me perdonas por favor?




23.6.10

Because you're mine

El silencio acumulado de semanas pesa como un bulto de cemento. Hace apenas unas horas una nota escrita guardada en un bolsillo abrió mil posibilidades. Si hubiera un recuerdo exacto del momento, serían unos ojos furiosos plasmados a media plana en una viñeta cruzada de un cómic, del otro lado esta la línea escrita: “Tenemos algo pendiente en el Lusitania a las doce este jueves”.

Ni bien leí Lusitania, se me vino el mundo encima. Un motel de paso con un nombre ridículamente pomposo al sur de la ciudad, tristemente recordé que ahí solíamos ir antes de irnos a vivir juntos. Recordar aquello no hizo más que sentir el aguijoneo de los celos en mi corazón, mi estomago giraba apunto de la nausea. Dos días de observarte a hurtadillas sondeando tu actitud, sonriéndote falsamente, aparentando, para mermar sospecha alguna, en fin “actuando natural”.

Una vez tomada la resolución final, no me costo ningún trabajo averiguar en que habitación resolverías tu pendiente del jueves, ni tampoco tuve ninguna duda sobre el lado del meridiano de esas doce de las que la nota hablaba. No es fácil olvidar el seudónimo que siempre usabas para nuestras citas clandestinas, ni tampoco reconocer que por pasar un día entero de placeres carnales eras capaz sin problemas de reportarte enfermo al trabajo. No había un solo rastro de originalidad en tus actos, eras simplemente tu, actuando como tu mismo. Hasta acerté al conocer de antemano que ahorrarías lo del room service llevando tus propias viandas, que, sin el menor reparo tomaste de la alacena.

Hace dos horas que espero en la habitación junto a la tuya la llegada triunfal del hombre que hasta ayer era mío y la mujer con la que ahora prefiere compartir sus tardes en el Lusitania. No puedo evitar parodiarme a mi misma recordando esa canción naquísima de Pimpinela: “Yo le doy mi lugar, que recoja tu mesa que lave tu ropa y todas tus miserias” No es que creyera que eras un verdadero santo, ni que llegado algún momento de nuestra relación no buscarías otras distracciones, pero hace apenas cuatro meses que estamos viviendo juntos, no es el tiempo que yo tenía pensado que esto duraría.

¿Qué hago con las frases tele-noveleras que tengo atoradas en la garganta desde el martes? Yo que detesto lo cursi, ahora hago de detective acechando al infiel. Nunca pensé verme en esta situación. Yo, que me reía de tu esposa cuando me contabas que una vez trató de intervenir el teléfono, pensando inocentemente que yo te llamaba a tu casa. Y aquí estoy hospedada en el Lusitania, ignorando si es más el celo que la curiosidad por ver quien te ha hecho en tan poco tiempo volver a bajarte los pantalones en un cuarto de hotel. Mi reloj indica que ya son las doce, debes como mucho estar afuera esperando a tu amante, en unos minutos se abrirá la puerta de la habitación contigua. Mi puerta estratégicamente abierta permite que en la luna de este cuarto se refleje la entrada del tuyo, vista desde la penumbra en que me encuentro la panorámica no podría ser mejor, tengo acceso a lo que ocurre afuera desde el fondo del pasillo que ahora mismo estas doblando en esta dirección, mis puños se cierran con tal fuerza que las uñas abren llagas en mis manos. En un arranque de pavor cierro la puerta antes que el misterio sea develado, y me pregunto si en verdad quiero saber tanto. Justo en ese momento la puerta de al lado se abre y escucho tu voz instar a apresurarse a tu acompañante. Recargada en cuclillas tras mi puerta escucho una risa, mi estomago da un vuelco al reconocer esa vocecilla de la que tanto hiciera mofa muchas ocasiones. No parece ser real lo que me ocurre, no parece haber lógica en los sucesos. ¿Para qué dejaste a esa mujer por venirte a vivir conmigo si al final sigues viéndote con ella? La respuesta es inmediatamente contestada del otro lado del muro. La has llamado Isabel. Eres un desgraciado. Había oído decir que la madre de tu ex era idéntica a ella, pero esa voz, es la misma voz chillona que me contesto aquel sábado que me dijiste que tu mujer te obligo a acostarte con ella por última vez antes de acceder a firmarte el divorcio.

No necesito más aclaraciones, siempre ha sido ella. Yo solo fui un pretexto en tu vida para dejar por fin a aquella otra. Pero Isabel exige, del otro lado de la pared la escucho con esa voz que ahora lejos de parecerme estúpida, me suena increíblemente sensual. Su voz exige mientras jadea, no hay duda quien manda allá del otro lado. Ella ya se encargo de su hija, es tu turno de quitarme a mi del camino. Isabel y sus sensuales jadeos dejan bien claro lo que quieren, la cabeza de la que al lado escucha sin  saberlo Isabel ni tú. Ella ha matado ya  a su hija (y yo no lo sabía), lo dice entre incitantes murmullos a tu oído. De ti no se escuchan apenas más que suspiros, suspiros que yo nunca te había escuchado ni en nuestros días más oscuros. Mi mente se desarma en un rompecabezas de piezas que ahora encajan de modo distinto.

Abro los ojos y de nuevo veo a aquel oficial que insiste en decirme que no eras tú el ocupante de aquella habitación, y que esa tal Isabel que yace en la morgue hace horas con el rostro cruzado por dos heridas de un arma asombrosamente punzo-cortante jamás a tenido siquiera edad para ser madre de alguien mayor a diez años. Yo lo miro a los ojos y empiezo a recordar pequeños instantes de aquella noche.

Ahora, el oficial insiste en que mi nombre es Estela, que vivo con mi madre Isabel en un departamento al sur de la ciudad, que soy divorciada y que mi esposo me dejo porque ya tenía tiempo saliendo con otra mujer. Todo eso lo escucho desde un rincón en una diminuta celda. Me asomo al cubículo contiguo. Un tipo de blanco menciona la palabra esquizofrenia, mientras el oficial comienza a parecerme conocido. Eres tu maldito, quieres pasarte de listo, ¿no? Ya lo verás, en cuanto tenga oportunidad voy a caerte encima como una plaga, aprenderás a ser fiel aunque no quieras, después de que vuelva a hacerte lo de aquella noche en el hotel, no habrá más que una mujer que te acepte en su vida. Y verás que pronto aprendes tu lección. Te voy a hacer pagar lo que he sufrido, pero no te preocupes, que yo voy a perdonarte, sabes que yo nunca podría abandonarte. Yo seré la única que estará a tu lado para siempre; aun si jamás vuelves a ser un hombre a mi lado.
 

 

8.6.10

Alucino tu amor.

Sufro una alucinación recurrente,
Imagino mirar que te aproximas.
Y vienes a mí sin confusiones,
Y vienes a mi toda armonía.

Y lentamente me apagas las luces
Aquellas que me obturan el deseo.
Y observo como avanzas transparente,
Y lentamente te deslizo a mi costado.

Ya no eres mas ese absurdo que lacera,
Ya no eres el desprecio encarnecido.
Y te absuelvo de todos tus pecados,
Y te observo incorporarte a mi materia.

Y en esa comunión de mis sentidos
Quisiera prolongarme hacia el futuro;
Y avanzar junto a ti conmigo dentro,
Y adentrar tu materia en este cuerpo.

Pero entonces la realidad me pesa,
De plomo en mis espaldas toneladas ;
Pues claramente veo que no es posible,
Hacer que te arrepientas de tus faltas.

Y recuerdo que solo estoy soñando
Con los ojos en vela mis deseos.
Y cuando llegues tarde nuevamente,
Sabre que no has dejado de quererlo.