19.10.09

Apaga la luz, fue lo último que dijo antes de tomar el autobús.

Al fin hubo algo que no me molesto de nuestro actual presidente. Y es que aunque ya parece agua pasada y un tema de conversación trillado, no puedo dejar de decirlo, el cierre de Compañía de Luz parecía un imposible que através de los años y de los sexenios se veía cada vez más lejano. Ya sé yo que habrá mil gentes diciendo que soy una imbécil, y que pobres trabajadores y que la soberanía nacional. Tan bruta tampoco soy, seguramente los motivos del presidente no son ni por asomo los que han estado recitando cual letanía decembrina en todos los medios de comunicación. ¿Pero, a poco no hay un solo ciudadano que no haya sido testigo de los excesos de los trabajadores de la extinta compañía de luz?. Cinco tipos trepados en una camioneta, con la actitud más déspota posible de imaginar, acudiendo a “reparar” alguna anomalía. Ha leído usted bien, amable visitante del extranjero, cinco tipos de los cuales solamente uno se dedica a llevar a cabo su “trabajo”, mientras los demás sin ningún asomo de vergüenza se dirigen a la miscelánea más cercana a comprar “chelas”. Cuatro “empleados” que la compañía no esta utilizando y a los cuales sin embargo les pagaban sueldos que ningún otro trabajador del país gana. Es bien sabido por todos el alto nivel de corrupción que se manejaba en compañía de luz, especialmente en el sindicato. Y para quién no entienda como un sindicato puede estar por encima de los intereses de una empresa, pues solo tiene que echar un ojo a los subsidios que el gobierno le destinaba a la industria eléctrica. Es decir, para que esforzarme en mejorar o siquiera mantener funcionando bien la empresa, si de todos modos a mi me pagan por chelear todos los días, y en caso de que mi “miserable” sueldo no me alcance para mantener a mis tres mujeres, pues siempre podría darme a la tarea de “venderles” una hipotética plaza (que en realidad no existe) a por lo menos un par de incautos que tengan la posibilidad de conseguir la plata suficiente como para comprarse un boleto al paraíso de los trabajadores sindicalizados, para luego aplicar la típica frase “si te vi, ni me acuerdo” y birlarles el dinero a ese par de bobos. O ¿que tal pedir un préstamo? de unos digamos $700, 000.00 pesos que iría pagando poco a poco con descuento a mi honradamente ganado salario y sin pagar un céntimo de intereses. Suave, ¿no? Y ya ni hablar de las cajas de ahorros.
Esto es muy poco decir de los beneficios que un empleado de Luz y Fuerza podía tener. Además contaban con las pensiones más jugosas del mercado, y ya que decir de la jubilación en un tiempo menor al que permite la ley. Por si esto fuera poco las plazas eran hereditarias, así que el hijo de un empleado de compañía de luz no tenía que preocuparse por estudiar, ya ni digamos siquiera la secundaria, su vida estaba asegurada, pues heredaría uno de esos puestos al que cualquier otro hijo de vecino no podía aspirar.

Y a nivel sindicato la cosa superaba lo antes descrito, baste decir que era un hueso tan peleado o más que la presidencia de la república la dirección del sindicato. ¿He dicho ya que todos estos compañeritos no pagaban un penique de servicio de energía electrica?

Y por otro lado, que astuto es nuestro presidente, permítanme decirles, agarró a estos amigos peor que al tigre de Santa Julia, celebrando un juego de la selección y sin una figura sindical oficial, pues como recordarán, se había impugnado recientemente el triunfo de Martín Esparza ya que era tan milagroso, que hacía levantarse a los muertos para emitir votos en su favor. El preciso dio el sabadazo más memorable de las últimas décadas, tan en las nubes estaban que hubo quienes incluso se presentaron el lunes a “trabajar”, pues ni por enterados de los sucesos del sábado y domingo. Y es que con todo respeto. ¿Quién chingados va a tener tiempo de ver noticieros (que no sean deportivos) el fin de semana?

Había que estar bien a tono con el pase al mundial, celebrando en grande, como debe ser, como buenos mexicanos sindicalizados que son. ¿A ellos que noticia en el mundo podría preocuparles?

De más esta decir el poco apoyo que a pesar de tanto cacaraqueo y melodrama a moco tendido hicieron los “pobrecillos extrabajadores”. ¿Quién quiere apoyar a estos angelitos que aun en su cruel situación recibirán sus jugosas liquidaciones, mucho más que conforme a ley. ¿Acaso ellos han hecho algo por todos los trabajadores que cada día se quedan sin trabajo por los cierres de empresas que la crisis actual provoca día con día? ¿Han salido a la calle a protestar por aquellos que con menor suerte que la suya, probablemente con su liquidación apenas sobrevivan dos o tres semanas?

No digo que todos los trabajadores de luz y fuerza fueran unos pránganas, ni que todos hayan terminado apenas la primaria, pero, aceptémoslo, esos son los que se deben estar tronando los dedos. La gente que de verdad cumplía con su trabajo, seguramente será recontratada, o conseguirá un empleo, o quizá con lo de su liquidación logre conseguir un modo digno de salir adelante. Y si acaso hay algunos que deben más de lo que les pagarán de liquidación, deberíamos cuestionar ¿Cómo es posible que te presten tanto dinero y no hayas hecho con él algo que te permita tener un modo de sostenerte? Aunque la respuesta es obvia. Estos amigos estaban seguros, como que el sol sale todos los días, de que Compañía de Luz era eterna. Y, chavos, apréndanse bien esto: lo único que está científicamente probado que nunca se acaba, es la cosecha de mujeres.

No me río, después de reflexionar, uno se da cuenta de una triste realidad que va más allá de nuestros alcances, o los del gobierno, o los del sindicato o los de quién sea. A partir del 10 de octubre hay un porcentaje mucho más alto al acostumbrado de ladrones en las calles. Porque se ha dejado en la calle no ha miles de trabajadores, pero, quizá si, a cientos de personas que en su vida han trabajado. Lo que harán a partir de ahora con sus vidas no lo quiero imaginar. Algunos de ellos, como ya lo mencione, tienen hasta tres familias que mantener y con las cuales compartir su liquidación. Nos esperan días difíciles a todos. Yo me quedo con una pregunta nada más. ¿Hasta que punto esta corrupta una nación en la que cerrar una fuente creciente de la propia corrupción puede tener un costo más alto que mantenerla funcionando? Da tal miedo, que uno no puede menos que sentirse al punto para las tenebrosas celebraciones que se acostumbran a fin de este mes.  ¿Listos?


5.10.09

Cajeros automáticos del mundo, Uníos.

¿Qué no se suponía que el non plus ultra de los cajeros automáticos era la disponibilidad de efectivo a la hora que uno lo necesitara?


Así se nos vendió la idea de manejar tarjetas de débito o nómina, y esta genial, no me estoy quejando de ello, lo que me encabrona amargamente es que el sábado pasado, sin un peso en la bolsa hice acto de presencia en la sucursal Bancomer de Valle Dorado, para mitigar un poco los rugidos hambrientos que mis bolsillos le estaban propinando a mi economía. Y oh!, sorpresa, oh!, decepción, oh! my Cat, me encontré con que no había acceso a los cajeros automáticos, y no solo eso, si no que además en pleno abuso del descaro había pegado un letrero que avisaba: “El horario de los cajeros automáticos es de 8:00 A.M. a 7:00 P.M. de lunes a viernes”. Oh, por Dios, ya no les es suficiente con el hecho de los fines de semana inmediatamente posteriores a quincena sea casi imposible encontrar un cajero de Bancomer que cuente con efectivo, además de todo, con la mano en la cintura hacen desaparecer la ventaja principal por la cual uno necesita tener un tarjeta de débito o nómina: La disponibilidad de efectivo (tu dinero) fuera de horarios de oficina.

Entonces uno se preguntará (y con justa razón) ¿Qué ventajas ofrece el hacer uso de un cajero automático?

Que no tienes que hacer colas en el banco, dirán los más optimistas. Sí, como no, les contestaría yo ¿A caso no han visto las colas que se forman los viernes en todos los cajeros automáticos? La mayoría de los trabajadores en el D.F. y el Estado de México cobran los viernes. Y si de plano te querías ahorrar las filas interminables de quincena y vas al cajero digamos unos dos o tres días después, un sábado por ejemplo, te encontrarás con el ligerísimo inconveniente de que tienes que andar peregrinando cual judío errante, de cajero en cajero para encontrar alguno, aunque sea de otro banco, que tenga (comisiones de por medio) efectivo. Y otra vez volvemos al principio con la pregunta ¿Qué ventajas ofrece tener una tarjeta de débito o nómina y utilizar el cajero automático?

Tal vez ninguna, pero, veámoslo, como decía el Chompiras, “por el lado amable”. ¿No creen que sea probable que lo que en realidad pareciera un paso atrás en la historia de la humanidad, en realidad podría ser un gran paso para una probable Segunda Revolución Industrial (¿tecnológica?)? No me deja mentir el hecho de que de noche a mañana y sin decir agua va resulta que ahora los cajeros automáticos cuentan con derechos laborales (semana inglesa, por lo menos), no quiero imaginar cuando les den su mes de vacaciones.

Aunque, esperen. Ahora se empiezan a aclarar todos los hechos contundentes que han devenido en este suceso tan improbable. Ahora se dilucida en mi mente la razón y el motivo por el cual ha habido en las últimas semanas un incremento en las explosiones en cajeros automáticos. Que Frente Liberación Animal, ni que mis polainas. Para mí que eran cajeros kamikazes exigiendo sus derechos.




22.9.09

Sigo soñando.

A oscuras, a tientas, a gatas
Avanzo lentamente rumbo a ti.
No te despiertes aun.

Quiero acercarme pausadamente,
Con mis manos recorrerte.
Que tus ojos permanezcan bien cerrados.

Cuantas veces he soñado este momento.
Contemplarte embelesada,
Sin sentir esa mirada turbadora.

Tiembla mi pulso alocado…
Te veo girar de costado.
Teniendo esa perspectiva,
Mis manos vuelan aladas

Casi en la curva bajo tu espalda,
Puedo sentir tu piel sin tocarla
No me niegues este cielo.
No despiertes.

Me tomo mis precauciones;
Contengo hasta mi suspiro
Quisiera poder besarte…

Pero inmóvil hoy, mas mañana no
Ya no podré contemplarte sin pudor
Y debo aprovechar cada segundo.

Y tengo que mojar mis labios.

No hagas aun otro movimiento;
Viendo el perfil de tu labio caído
Puedo acercar los míos sin tocarlo.

Debo conservar esta barrera
Debo mantenerme vigilante
Quiero seguir contemplando expectante.

De pronto sin previo aviso,
Tus ojos se incorporan a la tierra.
Y angustiada por la angustia
De sentirme reflejada en tu mirada,
Abro a la vez mis ojos sorprendida.

Otra vez soñando con que soy espía
De la languidez de tu ensueño anhelante
Algún día…
Talvez algún día.


3.9.09

Florecer mirandote a los ojos.

Cada mañana mi paso se distiende al doblar cierta esquina con sigilo, quiero verte otra vez, como casi cada mañana camino al trabajo.

Siempre llevas puesto un suéter (y contrario a Cesar Costa, te sienta tremendamente bien) y unos jeans. Te miro y congelo antes de serlo una sonrisa. Por una mínima fracción de tiempo, me miras y sigues andando. El breve instante que miro esos ojos incrustados en esa carita de perro perdido, y esa enorme boca, siento que pasan por mi cara toda la gama de colores Sherwin Williams.

Es una cuestión de segundos, milímetros de nuestras vidas y con eso me basta. Y el día se ilumina cuando tu silueta veo a lo lejos. No te conozco, solo te miro, cada que puedo, se que vas a mirarme también. Mis pies se elevan del suelo, mi estomago repara como un potro forzado a correr rumbo a un precipicio, pero luego le suelto la rienda y solito agarra camino. Como diría Cerati ” en remolinos”

Hoy no llevabas suéter, pasaste tan, tan cerca, podría haber tropezado “accidentalmente" contigo. Y, ¿qué hice?

Te mire, se me congelo un esbozo de sonrisa, como siempre. Igualito que siempre.

21.8.09

De Nabokov a The Police.

Ciento veinticuatro noches besando tu cuello, recibiendo el aroma de tu piel desde antes que doblaras la esquina con las pupilas embriagadas de deseo. Mis manos ciento veinticuatro noches despojándote de ese uniforme lleno de grasa; absorbiendo el aroma de tu piel con los pulmones excedidos de humo de cigarrillo, siete por lo menos, antes de verte aparecer como cada vez que quedábamos de encontrarnos ahí, en nuestro sitio preferido.

Bajando la colina, en la casa del árbol que antiguos pobladores nos habrán dejado en herencia sin saberlo. Mi ropa caía al suelo tres noches a la semana y tus manos sentenciando mi tortura elegían en especifico un sitio cada vez de mi enclenque anatomía de adolescente.

Tus ojos brillando como soles pequeños en la oscuridad interrumpida solamente por el paso de algún camión que bañando con sus luces la gloria de tu cuerpo desnudo nos hacia quedar inmóviles entrelazados a la espera de que pasará el peligro.

Ciento veinticuatro llamadas a la casa paterna, colgando el teléfono a mis padres, para hacerme saber que nos veríamos de nuevo. Corría el tiempo de mis años de ansiedad por conocer las sensaciones que se arremolinaban entre mis piernas, darle curso al latido salvaje que surgía de mis pechos al sentarme en tus piernas. Te hable al oído con frases dictadas por el alarido pretencioso de mi perfecta desnudez, con el orgullo de dos pezones incitando estar más cerca, pugnando por seguir recibiendo de tu boca más húmedas caricias.

No hubo vergüenza en ninguno de mis actos, bajaba el cierre de tu overol azul con la naturalidad de quien se ata los zapatos, con la velocidad retardada que la lascivia me iba exigiendo. Tu cuerpo estaba a unos centímetros y yo me convertía en loba, eras esa luna llena que alteraba mis hormonas. Te bese en los lugares más extraños para una iniciada, la sensualidad tomo posesión de mi cuerpo, y cada noche las caricias subían de tono.

Ciento veinticuatro excusas inventadas por llegar tarde a la escuela y otras tantas por dormir en clases, tarros enteros de vitamínicos tirados al retrete, que mis padres dulcemente suministraban para el cansancio de su pequeña. Sin saber que tres noches por semana saltaba por la ventana y corría colina abajo al encuentro del placer; al encuentro de tus manos recién lavadas en solventes, al castigo de mi urgencia por verte llegar y asaltarte con nuevas ideas que tenía en mente para demostrarte que era buena alumna.

Ciento veinticuatro noches tiritando en la oscuridad hasta que decidías volver a ponerme la ropa y hacerme regresar a casa con una última palmada en el trasero, llegando a casa despeinada y sucia con el sabor de tu saliva aun en mi piel. Ciento veinticuatro maravillosas noches hasta que un día sin más dejaste de asistir a impartir clases.

Cuando mis padres escucharon de los labios de su tierna hija adolescente que tomaría taller de mecánica en la secundaría, como era de esperarse pusieron el grito en el cielo. Desde luego que nunca habían visto al maestro que impartía estas clases, o se habrían opuesto con mayor sorna, aun cuando su hija les explico que por su propio bien y ya que algún día sería dueña de un auto, debía tener una mínima noción de lo que era por lo menos cambiar una llanta.

En la escuela corrió el rumor durante meses después de tu desaparición de que te habías ido porque tu mujer descubrió que tenías una amante y que antes que reclamarse por lo ocurrido durante toda su vida, decidieron poner tierra de por medio.

La única alumna del taller de mecánica en catorce años desde que se fundo la Escuela Secundaria Federal No. 13, no podía decir esta boca es mía en todo el asunto. No te volví a ver nunca. Las clases de mecánica a partir de entonces no fueron iguales y mis padres vieron con agrado desaparecer las llamadas del “mudo” a las cinco cuarenta y cinco de la mañana tres veces por semana. Solo yo que las marcaba con una rayita en la madera de la casita del árbol, se con exactitud la cantidad de llamadas que se hicieron a esa hora: ciento veinticuatro.