El sábado pasado, invite a dos primos de mi hija a casa, con el calor que ha estado haciendo, aplicamos la de “Acapulco en la azotea” y les pusimos una de esas alberquitas inflables. El mayor de los primos (10 años), llevo consigo un juguete recién comprado por sus padres. Una suerte de ametralladora que al accionar el gatillo encendía luces que asemejaban ráfagas, como en un arma real. Confieso que al verla no me pareció algo para escandalizarme, ni nada por el estilo, ya había visto a los tres chamacos turnándose el arma un rato antes. Pero después, mientras tomaba un descanso de tanto sol, vi como mi hermana jugaba con mi Vale. Valentina tomó el arma de juguete y simulo disparar a mi hermana, la cual se fingió muerta. Los sentimientos que pasaron en ese momento raudamente por mi, pasaron de la indignación, al desprecio y a la tristeza. Me indigno ver a mi hija deseando herir a otro ser humano, sentí un profundo desprecio por los fabricantes de juguetes bélicos por usar su ingenio en cosas como estas y finalmente una profunda tristeza al darme cuenta que como padres algo que puede parecernos una insignificancia puede tener consecuencias en el futuro de nuestros hijos a niveles tremendos, Ya se que parece que estoy exagerando, pero en modo alguno lo veo así. Si bien no creo que tan solo por dejar a un niño jugar con un arma de juguete eso implicaría que a futuro el se convertirá en un delincuente, si estoy segura que al dejarlos jugar a matar pierden de vista el hecho primordial de que no debemos atentar contra una vida. No estoy exagerando porque a esa edad lo que uno debe hacer es tratar de que un pequeño conozca de valores, el respeto es el más importante de ellos, porque es el que al final hará que cumplas con todos los demás, si no respetas a los demás valores estás frito. Y no respetar el derecho universal a vivir es lo que comienza a convertir a nuestros chavos en lo que no queremos que sean. No es mi intención extenderme en el tema, porque cada uno sabrá lo que sus valores representan en su vida, solo quería exponer lo que le dije a mi hija para que comprendiera los alcances de lo que estaba haciendo, aunque fuera solo un juego, para lo cual primero es necesario referir una anécdota anterior.
La primera vez que Vale vio “Charlie y la fábrica de chocolates”, justo en el momento en que las fuerzas de la naturaleza me llamaban a desalojar líquidos de mi organismo (o sea que, como decía mi abue, “fui a hacer de las aguas”) paso la escena de la bienvenida del señor Wonka para los niños ganadores de la visita a su fábrica. En la parte en la que se empieza a quemar el escenario y una de las muñequitas del mismo se derrite, mientras uno de sus ojos resbala de su órbita fue demasiado para Vale, lloro y lloro y lloro inconsolablemente porque “se le había caído su ojo a la muñequita”.
En el momento en que mi hermana se fingió muerta por los disparos del arma ficticia con la que mi hija le disparo, por alguna razón que aun no logro comprender, recordé esa escena que vino a sacarme del problema y le dije: “Ahora se le caerá su ojo a tu tía como a la muñequita de Willy Wonka. Su primera reacción ante el comentario fue de enojo en mi contra por arruinarle su juego, pero remate con un contundente “eso es lo que le pasa a las personas si les disparas con un arma como esa”. Inmediatamente devolvió el juguete a mi hermana, la cual salió como perro regañado después de que agregue que no entendía porque les compraban ese tipo de juguetes.
Probablemente exagere la nota, probablemente no, pero prefiero haberla exagerado y que a lo mejor mi niña se haga un tanto reservada, a que luego ya de plano pierda el respeto por la humanidad, y en un futuro quizá no tan lejano acabe ya sea como novia de un delincuente, o atropellando imprudencialmente a un ciudadano por conducir en estado de ebriedad.
4 comentarios:
a veces cuando miro jugar a alguien simulando conductas que al por mayor sobrepasan mi indignación pareciera... que no tomamos en cuenta
la serie de cargas emocionales y sobre puestas que hay en consecuencia sobre algo que puede parecer a la vista inocente.
abrazo kIddo. Un dia jugamos a acapulco en la azotea ? ja
pues me parece que no has exagerado, sin embargo creo que ese sentimiento de preocupación solo lo siente una madre que lo unico que quiere es lo mejor para sus hijos... yo no tengo hijos y no me acerco ni tantito a tenerlos (jeje), pero veo eso quizas en el mundo real y no siento nada. Mostraste un lado que quizas muchos desconocemos pero gracias a tus escritos me doy cuenta que aveces las cosas que para mi son simples, en el fondo pueden traer consecuencias mas complicadas.
No descuide a su chamaka =)
Yo creo que no exgeras, yo creo que debemos evitar todo ese tipo de comportamiento de nuestros hijos o hemanos menores, un abrazo y a ver cuando invitas a jugar acapulco en la azotea.
Kiddo, fenómeno de la blogosfera con los pies en la preocupación materna, no se exagera en estos tiempos de valores transmutados. Este náufrago ha sido padre soltero y sabe de tus preocupaciones, nadie podríamos decirte qué hacer, pero uno sabe que lo estás haciendo bien porque decides con el corazón y esa es la clave de todo. Pero además yo venía a agradecerte que hayas ido a leer la sarta de cosas que a este navegante sin rumbo de repente le nacen, después de tanto tiempo medio perdido y encontrar tu comentario no hace más que conmover más a este lumpen del tercer mundo queriendo hacer poesía, gracias Kiddo, Vale será una mujer distinta, lo adivino, de esas que nacieron para conquistar la vida (sólo hay que leer a Kiddo y se entiende).
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