Cerrar los ojos es otra forma de evadirse.
Cerrar los ojos y evitar las miradas.
Como si a alguien pudiera importarle mi agonía
Y etiquetarme en todas las canciones tristes.
Lo más doloroso de estarte sufriendo
Es que aún nos herimos mutuamente.
No te he castigado ni me lastimaste,
Pero nuestras circunstancias nos despedazaron.
Y el dolor en tus ojos de aquella mañana
Tal vez solo era el reflejo del dolor en los míos.
La certeza del final definitivo,
El implacable peso del “nunca más”,
Los bordes afilados de la vuelta de hoja,
La sombra lúgubre de mis ojeras diarias,
La ruptura íntima de la última esperanza,
El incierto augurio del nuevo comienzo,
La ráfaga furiosa del vacío existencial,
La honda cicatriz de los apegos.
Mis traicioneros sueños infundados
Donde tu ausencia frustra mis anhelos
De penetrar tus ojos nuevamente,
Aunque tenga que despertarme luego.
La insolente insistencia de querer encontrarte
En las más inverosímiles casualidades.
La única razón para olvidarnos
Que ha subsistido encima de los hechos.
Que prevalecerá muy por encima
De todos mis profundos sentimientos.
El transbordo obligado al tren de las decepciones,
El recogimiento, al fin, de mis despojos,
De cada petición, de cada llanto.
Si estarás en otro lado y no conmigo.
Procura que eso sea mejor de lo que fuimos.
Y si te llevas, llévate la bruma.
Y el frio y el dolor y la tristeza.
Entrégate al dolor y evita encuentros.
Ya no recuerdes más lo que vivimos.