Por una grieta que en mi alma impera,
Salen volando los recuerdos, bastos.
La infancia escolar en bailes de primavera,
Las caricias ofrecidas a mis gatos.
La violenta tolvanera una tarde de
abril,
La caída de un árbol que me abrazó en
sus ramas,
La cajita hecha con palos de madera,
La generosa sombra de las jacarandas.
Las lluvias por la tarde, veraniegas,
Los arduos esfuerzos por el
reconocimiento,
La sonrisa complacida del maestro,
Las buenas notas que coronan los esfuerzos.
El juego bajo la lluvia y sobre un
patio mojado,
La mirada furtiva al compañero
hermoso,
Las hojas en el suelo que al crujir han
provocado,
Latido de los primeros impulsos del
deseo.
La pugna del dolor de no ser bella,
Y el gancho al corazón de no ser
tonta,
La fuerza en mi interior de defender
La individualidad de mis ideas locas.
El reconocimiento del papel en blanco,
La iniciativa de plagarle de mis dudas,
La salvaje comprensión de un universo,
Expandiéndose al paso de una pluma.
El placer de usar la expresión escrita,
Sin restricción y sin remordimiento.
Llenar las hojas que a mis manos
llegan
Con cada cosa que de mí voy
descubriendo.
Ponerle música a mis pensamientos,
Bordar palabras que culminen versos
Abrir la boca cuando es necesario,
Porque el papel y yo nos entendemos.
Antología de un amor sin vacuna;
Que mis letras y mis hojas nos
tenemos,
Pues saben bien que como yo ninguna,
Hace manchar de tinta sus adentros.