13.2.09

Memories.

Hace muchos, muchos años, cuando cursaba el tercer año en el CCH, había un tipo de larga cabellera y aspecto rebelde que cada vez que lo veía hacía rugir mis entrañas en un grito primordial de deseo.

Me gustaba tanto. Es curioso como uno llega a asociar a las personas con canciones que a veces no parecen tener ninguna conexión.

Una tarde de hueva, de las que no faltaban por esas épocas, recuerdo que estaba en mi casa pensando en él unos minutos antes de salir rumbo al heroico plantel Naucalpan. No estaba poniendo gran atención a la programación de la radio (bueno, eso creía yo). Más tarde, ya en la escuela lo vi llegar.

En una de esas ensoñaciones adolescentes en las que desaparece el resto del mundo y lo único que tu logras ver es al objeto de tu amor acercarse caminando hacía donde tu estas, y a huevo, como por arte de magia en tu cerebro atiborrado de respuestas hormonales, comienza a cocinarse una banda sonora para el momento aquel que quedara grabado en tu memoria por los siglos de los siglos.

Ricardo es su nombre, aunque en esos tiempos, era mejor conocido por mi y por mi palomilla de irrespetuosas adolescentes como “El Botello”.

Y ahora se con absoluta certeza, que invariablemente, cada vez que escuche esta canción, volverá a mis recuerdos la escena de esa melena mecida por el viento, mientras él caminaba por los jardines del CCH Naucalpan. Y todo eso también, mientras un hueco en mi pancita me recordaba con amargura que él no era “my baby”.

Llevo toda la tarde escuchando esta rola y añorando viejos tiempos, esos en los que un amor imposible dolía, pero, no lo suficiente. Añorando esa época en la que todo era superable. Pero lejos de estar en un mood triste, me he dado cuenta que hay cosas que no cambian, y lo puedo decir porque al final del día siempre habrá una canción que haga que la nostalgia no duela, que nos deja un momento grabado en la memoria y la alegría de tener un pasado que recordar con ternura. Así que no menosprecien un sound-track meloso, uno nunca sabe cuando le va a sacar una sonrisa que valga por la carga de trabajo de una semana entera.



28.1.09

Waiting for the man.

Cada vez que miro el reloj parece retrasarse dos minutos, estoy a media hora de salir de aquí, con rumbo a nuestra más aplazada cita. Los pensamientos perversos emanan de entre mis neuronas.


Los minutos se resisten a avanzar, el corazón casi derriba al tórax, como queriendo adelantarse al cuerpo, y llegar con anticipación al lugar indicado, el frío se intensifica en mi cuerpo, las manos están heladas y se niegan a moverse.


Mi estomago es un abismo insondable, un remolino de sensaciones expectantes, mi cuerpo aclama el tuyo anticipado, se abre incontrolable antes de tiempo.


Mi mente evoca tu cuerpo desnudo, evoca mis manos sintiendo tu dureza, evoca tus besos y mis sensaciones, la piel humedecida por mi lengua, tus ojos sobre mi cuerpo, mi cuerpo sobre tu cama, tu cuerpo sobre mi cuerpo.

El tiempo se regresa nuevamente, y lo miro avanzar con paso lento. Solo faltan dos horas hace cuatro.


Por fin el momento llega, te veo aparecer desde lejos con el aullido de mi corazón amortiguado por el tráfico de la avenida. Subo al auto, nos besamos, la pregunta que me haces tiene una respuesta afirmativa desde que apareciste en mi vida, avanzamos por la calle, aprovecho el avanzar lento de los autos para besuquearte cada vez que bajas la velocidad. Bajamos del auto que has dejado aparcado, pagas la cuota por nuestro pase al cielo, subir de tu mano las escaleras, girar por un pasillo, y de pronto, cruzamos las puertas que nos han separado de la intimidad hace siglos.


Tu lluvia de besos cae como una bendición, como un zarpazo de tigre en mi corazón. A partir de este momento, lo que resta se cuenta solo entre tú y yo, en una batalla a la antigua, sin armaduras ni escudos, solo nuestras armas afiladas, las uñas, los dientes, la lengua, los brazos y piernas, encontrándose entre todos ellos en una maraña de sensaciones presentes en nuestros vientres. En total comunión.

27.1.09

Light my fire.

A ella le complació la forma en que cumplí con la última encomienda que me hizo. Dijo que me había ganado un premio muy gordo, y acto seguido procedió a desnudarme. Lo mejor de cuando una chica te desnuda es cuando lo hace con variados lengüetazos de por medio, repartidos en partes del cuerpo en las que ni siquiera sabías que podías tener esas sensaciones. Abrí la boca en plena desesperación por hacer lo propio con ella, pero en sus ojos había esa mirada desaprobatoria que me congelo las intenciones.

Así que la deje hacer lo propio disfrutando de las manos que se deslizaban lánguidamente entre mis piernas, provocando espasmos intermitentes cada vez que la humedad que arrastraba su lengua se volvía una escalofriantemente deliciosa razón para seguir a sus ordenes hasta Dios sabe cuando.

Las misiones que ella me encomendaba salían cada vez más de lo que mis intestinos podían tolerar, aun sentía en mis manos el último baño de sangre de la victima anterior, no es que fuera particularmente excéntrica en sus pedidos, pero de alguna manera, ella siempre se las arreglaba para pedir cosas que me sorprendían. Diez años matando gente debieron haberme preparado para todo lo que había por ver en el ambiente; pero cuando realice mi primer entrega a su mando comprendí que esto era mucho más que ajustes de cuentas o venganzas comunes. Y no es que a ella le gustara ver lo que hacía, y tampoco es que se excitara pensando en todas esas cabezas rodando, lo suyo era cosa de otro mundo.

Aun tiemblo al recordar la primera vez que recibí mi pago de sus manos, ella me dio un bono extra que no pude rechazar, que ni estando loco habría rechazado. Su cuerpo desnudo, era la única razón por la cual no me animaba a romper relaciones comerciales con ella, no le recibiría un centavo si no supiera que es lo que más le sobra, mataría por el puro placer de volver a respirar su aliento entrecortado, su olor animal.

Después de todo ya soy asesino, mi alma no valía nada antes de conocerla, así que no se como alguien puede interesarse en comprar algo que ya es suyo. Me ha dicho que es un demonio y yo le creo, me ha dicho que me devorarán las entrañas en el infierno una vez que ella decida prescindir de mis servicios. Tengo cuarenta y cinco años, los últimos cinco los he pasado entre fiambres y de ahí saltando directo a su fuego, a veces no se que me produce más adrenalina, matar o dejar que ella me proporcione estos placeres.

Por el momento solo quiero pensar en la manera en la que ella esta rasgándose las ropas, como una perra desesperada por ser poseída, ya quiero tener mis manos sobre su cuerpo, solo espero una señal de su mirada diabólica para ponerme en acción, ya tengo una fila de cosas formadas en mi mente que pienso hacerle. Una vez que ella entra en trance y me deja maniobrar, las cosas para mi se ponen mejor. No sé si el cielo ha existido nunca o si alguien sabe lo que sea, lo único seguro es que en este momento, le haría ascos a cualquier barata utopía de gloria, prefiero mil veces arder en este infierno.

9.1.09

Or kiss your ass Good-Bye.

La mejor forma de decir adios a un imposible, porque ya estuvo bien de lloriquear por los rincones. Gracias Steven Tylor.




Y que siga el dolor, pero, por favor, en diferentes presentaciones.

2.1.09

Anybody find me…somebody to love.

Me encuentro sola otra vez,
Como en los últimos días de los últimos años.
Aferrada a una promesa eterna
Que periódicamente brota de tus labios.
Con una amargura satelital
Atrapando cada uno de los espacios aéreos de mi vida.

Sola, como los días en que más te he necesitado.
Sola, en el espacio insondable de mis horas muertas.
Inconsolablemente sola
En las inmediaciones de tus espacios prohibidos.
Sola en el acotamiento de tus territorios vírgenes.
Aferrándome a las palabras últimas
Que de ti quiero seguir escuchando.

Estoy mucho más sola que antes.
Con una mitad de sueños desbordados,
Esperando el cumplimiento de mis últimas profecías.
Rasgando el silencio que detrás de ti siempre dejas.
Con la insólita esperanza de volver a escucharte
Clamando mí nombre como tabla de salvación.

Estoy tan sola escuchando mis propios lamentos
Esperando esas señales en el cielo
Que me auguren algo más a que agarrarme.

Expectantemente sola y a la deriva,
Reuniendo fuerzas y recolectando sueños.
Abriendo una brecha entre mis ilusiones
Y tus necesidades primordiales.
Esperando que algún día notes la diferencia.