19.7.13

Sueños de mis noches de verano.



Ayer soñé que tenía un encuentro casi sexual con este tipo:



Estaba tan bueno y besaba taaaaaaaaaaaan rico que casi ni me doy cuenta que volvió mi sueño recurrente de que estoy haciendo “cositas” con alguien, con testigos presenciales.

En general llevo ya unas semanas de sueños perturbadores, lo cuál me ha llevado a preguntarme hasta que edad deja uno de soñar que vuelve a asistir a la escuela, ya saben, esos sueños donde uno quién sabe como llega a la escuela con solamente un zapato o sin calcetines o sin la tarea (bueno, ese no era un sueño en realidad), esos sueños escolares en donde se mezclan arbitrariamente los compañeros de prepa con los de secundaria o primaria.

 

Me han dicho varias personas que rara vez recuerdan sus sueños, yo tengo sueños que por casi una semana me ponen a pensar. Hace tiempo un amigo me contaba que su hermana tenía sueños muy apocalípticos, y yo me preguntaba que rayos tenías que tener en mente para soñar esa clase de cosas. Hace unos días soñé una tentativa de particular apocalipsis. Si redujeras el mundo a ti y la persona que para ti es más elemental sobre el planeta, y en tu sueño esa persona y tú están inminentemente a punto de tocar las puertas del cielo, y estoy hablándote de  heaven, no de sky. Soñar que te queda apenas un segundo para poder seguir con vida y te vas a retirar con la persona más importante de tu vida, un apocalipsis muy personal e incluso no tan perturbador.

 

Antes de eso había soñado un supuesto apocalipsis  o lo que sea que  signifique que uno ya no tenga hogar ni refugio y no haya donde ir a comprar comida, y haya que saquear lo que queda de unas ruinas de la civilización; donde un objeto a robar ya no sea un pedazo de papel o una rueda de metal, si no un objeto útil en el más elemental de los sentidos.

 

Estos sueños extrañamente terminaron tomando sentido en una entrevista (en realidad un trozo de entrevista) que le realizaba a Teresa Salgueiro un Javier Miranda arrobado en Foro TV. En la parte de entrevista que me tocó ver, Teresa explicaba que en algún momento y al paso que llevan el “desarrollo” y “progreso” humanos, el único refugio al que podremos apelar es a nuestro propio cuerpo, y que esto tendrá que ser suficiente. Y dijo también que a pesar de estar convencida de ello, en realidad la sola idea le infundía temor.

 

No tengo miedo a pasar por un apocalipsis. Si en el sentido elemental de la vida, se ha visto que subsistir solo requiere de tener que comer y que beber. Llegamos aquí, a este punto, tratando de cubrir necesidades que nos fuimos inventando, cosas que nos hacían la vida más cómoda, o las tareas más sencillas, o aceleraban los procesos productivos. Como resultado vivimos de prisa y estresados, comprando cosas que no necesitamos y quejándonos todo el tiempo de que el dinero no alcanza.
 
 
Pensar en cambiar el orden mundial es poco menos que una utopía, sin embargo, se ve venir que no habrá más remedio, que las circunstancias van a obligarnos a ello. Nuestro cuerpo tendrá tarde o temprano que volver a recorrer grandes distancias. Habrá que hacerse con los alimentos a la manera antigua, y aunque no se desee, tendremos que cuidar los pocos recursos con los que vamos a contar. No tengo miedo a un apocalipsis en el que estaré junto a la persona más importante del mundo, en el peor de los casos le proporcionaré una manera de vivir más digna y a mí una forma de morir menos insignificante. Luchar por la vida podría tener un sentido muy distinto, enseñarle tú mismo a subsistir a tus hijos. El apocalipsis que hemos imaginado siempre no existe, algunos le llamarán simplemente evolución. En la película Parque Jurásico, el cantante de rock (¡papacito!) le dice al señor dueño del parque, que sin importar que en su parque sólo haya hembras, “la naturaleza siempre encuentra un camino”, parafraseando un poco a este personaje, yo sé con toda certeza que las personas siempre encontrarán la forma de seguir sobre la tierra. Dejaré de soñar cosas raras, referentes al apocalipsis al menos. Se cierra el ciclo una vez más entre mis sueños y mi análisis introspectivo, o sea, que me la pelan las pesadillas, para hablar en términos que siempre he preferido usar.